"METROPOLIS", PREMIO AL MEJOR ESPECTACULO REVELACION, XIII EDICION PREMIOS MAX DE ARTES ESCENICAS


La compañía aragonesa Teatro Che y Moche cumplió en 2007 su décimo aniversario y lo quiso celebrar con la revisión de su primer espectáculo profesional: la adaptación de la película de Fritz Lang "Metrópolis".

11 de diciembre de 2007

ENTREVISTA A VÍCTOR REBULLIDA


Metrópolis es una ópera sin palabras”

Víctor Rebullida (Zaragoza, 1963) es compositor y colaborador de HERALDO DE ARAGÓN y la revista RITMO, ha recibido diferentes premios y sus piezas han sido interpretadas en Londres, Luxemburgo o Zaragoza. Hace un año, Joaquín Murillo le encargó la composición de una música nueva para Metrópolis, el espectáculo que conmemora el décimo aniversario de la compañía zaragozana Teatro Che y Moche.

¿Cómo definirías la música de Metrópolis?

No me gusta poner etiquetas a lo que hago; escribo. Aquí hay un poco de todo; lo que la define es que es una música al servicio de la escena, que acentúa la expresión de lo que está ocurriendo en la escena. No es una música dura, de extrema complejidad, escrita para ser interpretada exclusivamente en una sala de conciertos.

¿Cuál era tu idea cuando empezaste a escribir la partitura?

Es una pieza muda, sin palabras y había que darles voz a los personajes y yo pensé en una música que les pusiera voz a través de un leit motiv, un tema, que identificara a cada personaje; con esa asociación, se ayuda también al espectador. Como el espectáculo dura una hora, dejar un leit motiv fijo para cada personaje me parecía demasiado, por eso hay una distorsión del tema, que casi siempre se mantiene identificable pero que se ha visto alterado al integrarlo con otros elementos de la escena.

¿Cómo se escribe una partitura de una hora para un espectáculo teatral?

La música es un lenguaje muy abstracto y, aunque pueda parecer que coarta la creatividad, a mí me gusta tener elementos a los que agarrarme que me ayuden a concentrarme en cómo diseñar la obra. En este caso ya había una imagen y una estética que me facilitaban esa concreción. El número de músicos -22-, los instrumentos y el vídeo del montaje anterior son parámetros que vienen dados de antemano y que me ayudan a evitar la dispersión. Además, el hecho de que la partitura no fuera la única protagonista y principal foco de atención me relajaba bastante. Hoy en día en música, salvo los límites que uno mismo se imponga, vale todo, porque la creatividad no tiene cortapisas; por eso creo que es fundamental saber adónde vas; tener la estructura clara, el discurso, el clímax, todo esto me parece esencial para que una obra se tenga con solidez.

Has trabajado bastante con el vídeo del primer Metrópolis, la versión de hace diez años, casi como si fuera una banda sonora para cine.

Sí, la verdad es que sí. El vídeo me ha sido de gran ayuda porque me ha permitido encajar la partitura y tener una perspectiva global para que se mantenga la coherencia del arco narrativo. Por otro lado, el montaje escénico mantiene el tempo de la partitura por lo que los músicos van a tener que ajustarse también a ese tempo, van a trabajar como se hace en el cine, sujetos a cierta sincronía.

Desde el principio, el diálogo entre las artes que se dan cita en el espectáculo ha estado presente, ¿te ha facilitado las cosas?

Joaquín Murillo tenía muy claro el global de la obra y eso me ha facilitado las cosas. Hay que tener el control de la estructura, dejar las cosas atadas en lo musical, para luego rebajar la musicalidad en beneficio de la escena. Por ejemplo, la escena de los cristos, que ha sido la más difícil; creo que la definitiva es la cuarta versión que he escrito y así, entre nosotros y ahora que no nos escucha nadie, alguna de las anteriores me gustaba todavía más pero sin embargo no cumplía la función que se pide a la música en un momento de tantísima intensidad com este. Se trata de que la intensidad musical vaya con la de la escena: el papel de la música consiste en ir dando empujones al espectador y guiándolo hacia donde le lleva lo que pasa sobre el escenario. Joaquín me ha ayudado mucho en la puesta en común de ese juego de tensiones entre la música y la escena y, además, ha entendido la música muy bien.

¿Qué ha supuesto para ti el encargo de una partitura original para este espectáculo?

Creo que es el trabajo más importante que he hecho en mi vida, tanto en dimensiones como en trascendencia, al que he dedicado un año. Me gustaba mucho hacer una música que se iba a integrar con otras artes, me permitía salir del gueto de lo estrictamente musical, de la música pura de concierto. Además, este proyecto multidisciplinar me ha permitido entrar en contacto no solo con lo teatral sino también con la danza. El que venga un director de teatro y te encargue a ti personalmente una música ya es un motivo de halago. Visto desde el prisma de un músico o un aficionado a la música creo que Metrópolis es una ópera sin palabras y que una parte muy importante de su espectacularidad reside en la cantidad de artes que integra.

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