Desde el sufrimiento a la rebeldía, pasando por la adoración, son bien reflejados en el comportamiento, en los rostros, en la composición de grupo, o en los dúos que nos ofrecen. Esta puesta en escena promete una hora de calidad en todos los sentidos. Conociendo el significado del cine en el momento de la realización del trabajo original, y las dificultades que significaba llevar a cabo estas producciones, no puedo por menos que disentir con lo expuesto por Boadella en la presentación de esta obra escénica, ya que dice que Lang lleva a cabo lo máximo con lo mínimo, que no es más que ponerse en el momento actual, en lugar de situarse en la época de la producción del metraje, en que aquello era dejarse todos los esfuerzos y medios para conseguir llegar a un público que se maravillaba con poco: en este caso, con un resultado excelente y que pervivirá en el tiempo, pero fácilmente podría no haber sido así. Y es que en ocasiones es fácil perder la perspectiva. Hoy este trabajo de Murillo, Lozano y Rebullida, homenajean en su justa medida al cineasta, pero también ponen el máximo esfuerzo, incluso en el mínimo gesto: aunque la realización del cine sea muy distinta de la del teatro, la música o la danza.
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Para Joaquín Murillo, director escénico de esta versión de Metrópolis, los artistas han conseguido brindar al público su poesía en el espectáculo, de manera que logran su obligación de ser generosos sin buscar la gran producción. Así, nos explica, la puesta en escena que ha realizado está basada en la composición musical de Víctor Rebullida, así como en la coreografía de Élia Lozano. Por su parte, el compositor de la parte musical de este trabajo escénico, entiende que al generar esta obra, a él no le quedaba “más remedio que ponerle voz desde el principio al final”, aunque confiesa que se trata de su primer trabajo para teatro. La mayor dificultad para la coreógrafa Élia Lozano ha consistido en conseguir que se contase una historia con el cuerpo, pero también con el rostro durante todo el espectáculo, manteniendo así todo el trabajo durante una hora a través del mismo. Élia considera que se trata de un auténtico encuentro entre el teatro y la danza.
Así discurría la rápida presentación de esta obra que estará unos días en los Teatros del Canal, tras haber recorrido otros escenarios y recibir el premio Max 2010 en la categoría de Mejor Espectáculo Revelación. Lo cierto es que la aproximación al original es asombrosa, pese a las distancias que marcan siempre entre el cine y los escenarios, y más si se pretende acercar en formato danza a los espectadores. Sin embargo, en la obra se respira el enorme respeto que merecen, por una parte la obra maestra de Lang, que el mismo Murillo manifestaba en la presentación. Por otra, la ambientación musical a la realidad del argumento, con un estilo de música clásica contemporánea, que pese a ser puramente orquestal, tiene remembranzas de algunos aspectos de la música electrónica actual dentro de ese ámbito, aunque aprovecha muy bien los momentos de la percusión para introducirlos en el argumento de esta Metrópolis. Por el lado de la danza, no cabe duda de que Élia Lozano ha conseguido sus objetivos, en el sentido de la expresión facial que manifiestan los intérpretes, que la iluminación y la atenuación de ella, consiguen magnificar, dejando la huella del original fílmico, bien patente en este trabajo.
Aunque creo que en algunos momentos se abusa de la infrailuminación, es cierto que consiguen jugar con los colores sin abandonar el blanco y negro de la película de Lang. Además aprovechan los recursos cinematográficos para comparar la película con la propia obra en directo: en este caso, creo que es innecesario demostrar que se repiten secuencias al dedillo, pero no en los casos en que la cara de María aparece proyectada, como un rostro que mira al público y que, angustiado por su situación, parece acercarse a pedir ayuda. Esto es realmente efectista.
Desde el sufrimiento a la rebeldía, pasando por la adoración, son bien reflejados en el comportamiento, en los rostros, en la composición de grupo, o en los dúos que nos ofrecen. Esta puesta en escena promete una hora de calidad en todos los sentidos. Conociendo el significado del cine en el momento de la realización del trabajo original, y las dificultades que significaba llevar a cabo estas producciones, no puedo por menos que disentir con lo expuesto por Boadella en la presentación de esta obra escénica, ya que dice que Lang lleva a cabo lo máximo con lo mínimo, que no es más que ponerse en el momento actual, en lugar de situarse en la época de la producción del metraje, en que aquello era dejarse todos los esfuerzos y medios para conseguir llegar a un público que se maravillaba con poco: en este caso, con un resultado excelente y que pervivirá en el tiempo, pero fácilmente podría no haber sido así. Y es que en ocasiones es fácil perder la perspectiva. Hoy este trabajo de Murillo, Lozano y Rebullida, homenajean en su justa medida al cineasta, pero también ponen el máximo esfuerzo, incluso en el mínimo gesto: aunque la realización del cine sea muy distinta de la del teatro, la música o la danza.